Aunque sea harto sabido, no creo que sea redundante recordarlo aquí: el arte del cuento es singular, y en nada, o muy poco, se parece al de la novela. No es una cuestión de longitud, ni de economía imaginativa, es una cuestión de distancia y de velocidad.
En la novela, la realidad se presenta como un panorama, que nos envuelve, nos confunde y nos hace sentir dueños de una totalidad. La narración novelesca es la conquista de la distancia entre el espectador y la realidad, y en esa conquista todo movimiento se detiene. El novelista es sólo un medium, un transmisor, que se confunde con el transcurso de su obra. No por nada se ha dicho que la gran época de la novela es también el período de apogeo de los panoramas.