El tungsteno de César Vallejo y El Sexto de José María Arguedas son dos obras clásicas de la novelística peruana que hoy exigen una relectura sin prejuicios. El lector que con actitud de hermeneuta se acerque a estos universos oscuros y cavernosos cuyas almas son, respectivamente, el socavón y la celda, encontrará un paisaje de rostros que, como máscaras alegóricas, sim- bolizan en su totalidad la multiplicidad de fisonomías que conforman la historia del Perú, en primera instancia, pero que a la vez lo son de toda Latinoamérica. La historia de nuestros países está marcada de odio y miedo, de muerte y lucha feroz por la vida; de heroísmo y cobardía, de opresión y gritos libertarios; en esas categorías se sustentan las acciones que conforman los relatos de El tungsteno y El Sexto. También ambas obras son una evidencia de ética y política.
Más allá del realismo en que se inscriben o de la ideología marxista que evidencian, son un espejo, despiadado, sí, donde se refleja la condición humana. En el horizonte de nuestro tiempo cobran una fuerza de actualidad insólita.