El “devenir” es uno de los términos vertebrales de la filosofía occidental, pero también uno de los más problemáticos. En su acepción más elemental ha sido asociado al cambio, a la transformación, pero también al proceso por el cual algo “llega a ser”, algo “va siendo”. Podríamos decir que, en gran medida, sus posibles significados juegan entre dos modos distintos de concebir el cambio: sea el paso de un estado a otro, el tránsito de un punto inicial a un punto final; sea el proceso que, a la manera de un flujo permanente, jamás se detiene ni se agota en su referencia a un origen o a un punto de llegada.