La Historia, portadora del pasado y profeta del devenir, muestra que el ser humano, al contrario de lo que suele decirse, está condenado a repetir una y otra vez los mismos errores, a reproducir conductas repudiables, a prevalecer por medio de la violencia y atentar contra su propia especie. Así, por ejemplo, tenemos que la policía, en su sentido actual, ha desviado de tal modo sus funciones como institución, que ahora se le concibe como un elemento represor bajo las órdenes del Estado cuyo monopolio de la fuerza parece incontrolable, arbitrario e impune.