El conocimiento científico resulta de la suma, a lo largo del tiempo, de las aportaciones de diversos grupos investigadores. Suele ser, pues, un proceso lento aunque continuado. Sin embargo, a veces suceden hechos que, por su especial relevancia, marcan auténticos hitos en el devenir del saber en áreas científicas concretas, acelerando su evolución. En este libro he seleccionado ocho acontecimientos capitales en la historia de la cronobiología. El primero, en 1729, fue un experimento, demostrando que el movimiento de las hojas del heliotropo era independiente de la luz solar. Ni su propio autor apreció la importancia del descubrimiento. La cronobiología, como ciencia con personalidad propia dentro de la biología, nació en 1960, en un Congreso en Cold Spring Harbor donde se compilaron los datos conocidos sobre los mecanismos de la ritmicidad biológica y se describió el código que rige la forma en que la luz la sincroniza. Otro hito fue el inicio de las investigaciones en humanos, ligada a la ocurrencia de algunos científicos de utilizar búnkeres abandonados y cuevas como laboratorios para analizar los ritmos biológicos en condiciones de aislamiento. El descubrimiento del primer gen reloj en mamíferos supuso el salto al nivel genético en los estudios de la ritmicidad biológica, algo que culminaría hace pocos años, con la concesión en 2017 del Nobel de Fisiología o Medicina y Cirugía de a investigadores que estudiaron los mecanismos moleculares de los relojes biológicos. Otros avances fueron la descripción del proceso de la fototransducción retiniana y del papel de la melatonina como mediador de las acciones del reloj biológico. La aplicación de los conocimientos de la cronobiología a la práctica médica es un camino con futuro prometedor.