A mediados de la década de los setenta, la diáspora sudamericana arriba en oleadas a México y otros países de América y Europa. Son los tiempos de plomo y lágrimas. En esa marea llega Saúl Ibargoyen a tierras mexicanas, donde hallará cobijo, nuevos amigos, refundará una familia, será animador incansable de la movida cultural, reafirmando su indiscutible vocación política y solidaria. Descubre entonces un pueblo y una tierra milenarios, sorprendente; recorre costas y desiertos, se empapa de sus alcoholes y sabores, es en ella periodista y editor, traductor y maestro.
Desde entonces el río que fluye sin cesar, esa voz poética de Saúl Ibargoyen, no ha aminorado su caudal y de esto es testigo el libro que Hortensia Carrasco ha sabido ofrecernos, como un cuenco de agua fresca en medio de este desierto. Nelio Edgar Paz.