Luchamos por un retorno a la vida. No necesitamos lanzar un desafío a la muerte.
La vida no es un proyecto, no tiene sentido. Somos nosotros quienes se lo damos. No hace falta decir que tal proyecto implica la abolición del capitalismo y de una sociedad dominada por la depredación, el poder y la ganancia.
Autónomos y orgullosos de nuestro anonimato, somos los artesanos de un retorno a lo vivo que resuena en los confines del universo. Pondremos fin al cálculo egoísta y a la servidumbre que han hecho de la tierra un valle de lágrimas.
Crearemos un mundo donde el ser humano solo morirá en el umbral de su plenitud, en el resplandor de sus potencialidades satisfechas, aunque no saciadas en su totalidad.
La vida nunca dice una última palabra.